jueves, 21 de junio de 2012

http://www.youtube.com/watch?v=5tOQCPks38o
qué haría yo ahora? me quedaría tirada sobre la alfombra de colores acariciando a mi gata, tiene un pelo hermoso. no sé si le gusta que le acaricien el pelo. todavía no pude llegar a ese grado elevado de comunicación, igual para ellos es como para nosotros la piel. bueno, me quedaría tirada con mi gata en la alfombra en silencio, eso nada más haría. la prefiero antes que a las personas. a veces la extraño más que a las personas. aunque el otro día me arañó el pecho, al lado de la teta, todavía tengo la marca, qué te pasó? me dicen, - la gata.
no sé por qué hay que hacer cosas, por qué es todo tan complicado, demasiada humanidad. si yo lo único que realmente haría en este momento es dormir una siesta en la alfombra con la gata. pasaría todo el invierno en la alfombra con la gata. yo viviría así en realidad, eso haría.

miércoles, 20 de junio de 2012

los consejos de pessoa


CONSEJO

Rodea de grandes muros a quien sueñas que eres
después, donde el jardín es visible,
a través del portón de reja labrada
sitúa las flores más agradables
para que te conozcan sólo así.
donde nadie ve, no pongas nada.

Haz canteros como los que otros tienen
donde los ojos puedan ver
tu jardín como lo quieras mostrar
pero donde eres tuyo y nunca nadie te va a ver
deja crecer las flores que vienen del suelo
y deja medrar las hierbas naturales.

Haz de ti un ser doblemente oculto
y que nadie que vea pueda
saber de tí más que un jardín
un jardín evidente y reservado
detrás del cual la flor nativa roza
la hierba pobre que ni tú mismo ves.

jueves, 14 de junio de 2012

quiero llegar ya y tomarme unos mates


Igual lo único que me trastorna un poco son las cuadras hasta allá,  son menos de diez cuadras desde el subte hasta allá. Como siempre, bah. Nada cambia, bah. Ustedes creen en el tiempo? Yo no, pero sí en el paso de los días, eso se siente mucho. Bueno, eso pienso. Camino esas cuadras...por ahí me cruzo en el camino al que vende chipá, y le compro uno. un chipá un peso, o dos pesos, o tres pesos, no sé, capaz cuatro pesos, cinco pesos? pero probablemente no, porque me lo cruzaba cuando iba más temprano y ya no me lo cruzo.
Soñé con el subte, ya he soñado otras veces, tuve una época en que soñaba con el subte diariamente, pero éste fue muy real. Yo estaba en el andén y se asomaba el maquinista por la ventana del subte y me saludaba, me decía: lo querés manejar? Y yo le decía: no sé si puedo, (yo pensaba: es su trabajo, yo lo debo manejar de otra manera, a mí manera, yo no sé cómo es, etc.) pero si confiás en mí, obvio. - Cuando quieras, me decía.  - no, cuando quiera no, le decía yo, porque por mí ahora, ya, pero decime vos cuándo exactamente (me acuerdo esa palabra, porque siempre te acordás esas palabras en los sueños “exactamente”), y yo vengo y lo manejo, pero vos querrías? Le decía yo. y me desperté. 
creo que además de existir el "amigo piedra" existe también el "amigo árbol". son muy necesarios los amigos árbol y hay que no confundirse, aunque a veces te confundís. bah, yo por ejemplo, me he confundido varias veces y me sigo confundiendo. pero tampoco pasa nada porque si no es árbol no te va a entender ni a escuchar ni nada, es como tirar al viento, es feo en realidad pero yo ya no juzgo las actitudes humanas.
al amigo árbol le podés quemar la cabeza y el tipo te escucha, es como escribir pero sobre una hoja que te quiere y te contesta. yo, por suerte, tenía una amiga árbol a la que le fundí la cabeza cuando estaba quemada y completamente loca y no creía en dios, ahora sigo estando loca pero más civilizada y creo en dios.

miércoles, 6 de junio de 2012

la heladera

Hoy me tenía que levantar a las 6, porque traían la heladera. Pude levantarme 6:30 mientras llegaban los fleteros. Todavía era de noche y llovía imperceptiblemente como si la lluvia fuera el único clima del mundo. Mientras los dos hombres subían la heladera yo les iba prendiendo las luces intermitentemente para que no tengan que ver en la oscuridad.
Había mucho silencio. Me la dejaron al lado de la ventana de la cocina y se fueron.
Intenté volver a dormir pero no pude, nunca puedo. Desde la cama la miraba. Ahí quieta, blanca, y yo intentando adaptarme. La heladera tapa parte de la ventana de la cocina, estuve horas intentando acostumbrarme, pero no pude. Lo único que hice fue esperar a que mute, que se transforme, que cambie. Pensé en lo positivo, pensé: Ahora voy a poder tener cosas frías, queso, cerveza, agua, fruta. Va a servir para guardar para más tarde. Pensé: puedo decorarla mientras me acostumbro, pegarle fotos, hacerla más cálida. Pero no me podia dormir, me puse a leer pero miraba por arriba del libro cada un minuto. Todo en silencio, las ramas del árbol moviéndose por un viento indefenso, la heladera y yo. Intenté pensar cómo era mi casa hacía unas horas, sin la heladera, pero no pude. Había pasado muy poco tiempo, pero parecían siglos, fue triste. ¿Cómo era yo antes de la heladera tapando parte de mi ventana? No tengo idea, está ahí y yo quisiera sacarle el freezer para que me deje ver, cortarle la cabeza. Sin el freezer sería ideal, yo lo sé, es mi heladera. Pero no puedo. No se puede. Así que pensé en que por lo menos había quedado un hueco entre la heladera y la mesada. Me levanté y lo medí. Es un espacio donde pueden entrar dos cuerpos que se quieren. Nada más parecido al amor que dos cuerpos que se quieren.

lunes, 4 de junio de 2012

qué útil es escribir, haber escrito, en realidad

El otro día abrí este bolg después de uno o dos años, y me enteré que había escrito varias cosas que tenía guardadas, todas cosas que sino no me acordaría, un viaje entero, por ejemplo.
ahora estoy publicando todo, ya soy enemiga, prácticamente, de guardar. no sé cómo pasó. yo todo lo que no entiendo se lo adjudico a la mística.

Paimún- Huechulafquen

El día que abandonamos lago Paimún se sentía un calor sofocante, precedente a una tormenta devastadora. La ruta de tierra ya sabida por la ida se transformaba en polvo, no pasaba un sólo auto, cada dos o tres cuadras parábamos a descansar y en cada arroyo que atravesaba subterráneamente el camino nos acostábamos como lagartos a tomar el agua que corría, a veces sin soltar el equipaje.

Seguimos caminando sin hablar y sin apuro, hasta que cruzamos a dos chicos también a pie. Íbamos al mismo lado y ellos se ofrecieron para llevarnos una de las dos mochilas que cargábamos cada una.

Partimos el equipaje y el camino se acortó. Ya no paramos a tomar agua ni a descansar.

Yo, por mi lado, iba adelante con el caminante que me tocó en suerte, creo que se llamaba Fabián.

Me dio un cigarro y fuimos fumando y hablando lo necesario hasta llegar al punto de partida anterior: la entrada de Piedra Mala.

Paimún es un desvío y más allá de éste no hay más lagos ni camino, solamente montañas tapando el más allá.

Cambiamos unos mentolados que llevaba yo de reserva por unos luckys que llevaba él y nos despedimos en la puerta del Huechulafquen.

Después de descansar un rato y fumar tranquilas, seguimos nuestro camino, que nos llevaría al colectivo para apurar el próximo trayecto.

En la extensión marcada por senderos cercados, encontramos algunos atajos de los cuales tomamos uno, y en lo único que nos lo dificultó fue en que atravesar éstos significaba saltar tranqueras y alambrados.

Así lo hicimos hasta que nos tiramos a la sombra de un árbol enorme.

La temperatura era contraria ahí abajo, el aire era fresco y húmedo.

Cerramos los ojos y cuando los abrimos escuchamos una voz que nos llamaba.

Era José Luis, un salteño acostumbrado a cargar kilos de equipaje por montañas altísimas guiando a deportistas extranjeros.

Él iba con una caña en una mano marcando el camino, y en la otra colgaba mochilas, mientras nos contaba las formas de los europeos de llevar elementos hechos de materiales especiales para deportes extremos, así las bicicletas llegaban a pesar cinco kilos y la comida era en píldoras.

También nos contó de un lugar de la costa bonaerense, llamado San Cayetano, que todavía estaba virgen, y nos aconsejó que dejáramos de fumar.

Tomamos a San Cayetano como posible destino de vuelta, sabiendo que todo plan de vuelta es abortado en la mayoría de los casos, como todo plan.

sábado, 2 de junio de 2012

segundo viaje al sur


Para no tomar el colectivo en retiro, tomamos el intersección de rutas en mercedes y averiguamos cuál de todos los colectivos era. estaba atardeciendo, tomamos mate en la banquina contra los paragolpes de la ruta esperando. Pasaron muchos que no eran o no nos veían, hasta que por fin se detuvo uno “del valle”. y cuando nos sentamos en los últimos asientos del piso de arriba, se hizo de noche.


nos ahorramos horas y gente en multitud. como tomarse un alical en colectivo. los de adelante comían a morir.

el viaje duró hasta las cinco de la tarde del día siguiente, casi un día hasta san martín de los andes, que pasamos fumando con los colectiveros.

cuando llegamos, después de hacer compras indispensables, agarramos dos dedos, un colectivo y otro dedo hasta llegar a winkamawida en lago hermoso.



Juan estaba con unos amigos que lo habían ido a visitar, y hacían sobremesa al lado del estanque. más viejo y hostil, nos aclaró que nos rebajaba a la mitad el hospedaje en el refugio y que el negocio que habíamos programado entre los tres había sido desechado. nada novedoso, el fin mayor ahora era vender el lugar para poder irse.

dejamos las cosas y nos fuimos a tomar birra al lago, en el camping de en frente, había más gente que el año anterior.

La segunda noche fuimos a ver qué onda en el camping de en frente. anduvimos por el camino de tierra, oscuro y con vacas cruzándose, hasta infiltrarnos en los fogones del camping.

además de que el turismo había avasallado el lugar, la gente escuchaba música electrónica acompañada de reflectores. otros tocaban la guitarra íntimamente. nos paramos en cada fogón a observar la humanidad actual. y en cada caso tuvimos contacto con gente de tal índole. ninguna nos satisfizo. así que nos fuimos a tomar vino al muelle, donde un grupo de empepados flasheaban con las estrellas y demás cosas.



Cuando salimos de lago hermoso, habiendo cumplido la promesa de ir a dar una mano a winkamawida, la última mano a winkamawida, porque el refugio cerraba sus puertas misteriosamente o claramente al finalizar esa temporada. y qué iba a ser después de juan, el tipo que construyó el lugar que ahora quería vender a dos pesos para irse al calor, para fortalecer los huesos en el trópico o en brasil mínimamente, pero irse, irse del frío, de la nieve, o sabrá él de qué.

la última vez que lo vi (después volvimos: el viaje fue hecho en U, ida, vuelta, ida), y cuando nos despedimos realmente, diez minutos antes habíamos discutido un poco, juan y yo. justamente por eso de dar una mano.

la cuestión, en resumen fue que, antes de irnos y considerando que además de adán, el guía de pesca yanqui que tenía salamines y atún y quesos de cabra además del gomón inflable a motor en su camioneta, nosotros cinco éramos los únicos huéspedes, teniendo en cuenta además que estábamos pagando poco porque el refugio se estaba retirando del público y que juan de a poco se iba volviendo más loco, pero de una locura triste y cuerda, que más allá de todo queda la imagen de alguien siempre subido a un barco, con una pipa colgando de la boca y los ojos mirando nada pero los oídos atentos para no perder palabra alguna del exterior y esa mancha en el ojo, una mancha negra en el ojo azul, esa marca oscura, la oscuridad de juan, reclinado en las sillas de plástico de brahama, bajo el techo de paja del quincho, pensando además o solamente en la próxima tarea del día bajo el sol...

antes de irnos nos pidió que limpiáramos el refugio, que baldeáramos el piso, para que ya quede listo por si caía alguien lo mismo que si se cerraba para la venta.

mientras yo preparaba mi mochila tranquilamente, gonzalo baldeaba el piso (probablemente por primera vez en su vida) y a juan le pareció que era demasiada agua mezclada con tierra.. es decir un “No hacen nada pero lo hacen mal”, frase que encaja en tantos momentos de la vida.

cuando estábamos cerrando cuentas y hablando en términos de despedida en la cocina fue que yo le dije a juan, que se fijara, que alguien le estaba dando ayuda, cuando no tenía por qué dársela, y no te lo digo por mí, le dije.. que no toqué ni una escoba ni pienso tocarla, sino por gonzalo, que de onda te está baldeando el piso y vos te calentás porque no lo hace como te gustaría, entonces fijate, o hacelo vos.

así que la despedida última (y ya no creo que nos volvamos a ver) fue que él me pidió perdón, y yo le dije: a mí no me tenés que pedir perdón. que te vaya bien juan, le dije y le di un abrazo. que me vaya como me tenga que ir. dijo.

pero antes, la primera vez en este viaje que nos fuimos de lago hermoso sabiendo que íbamos a volver, y para asegurarlo ana dejó el organito que llevó como excedente al viaje, llegamos las dos a la ruta y ana plantó mapa mental y dijo:

si queremos ir al bolsón podemos ir ya, porque después hay que ir a buscar, en tres días a berna a san martín. y poniéndose en forma de cruz o espantapájaros señaló las rutas posibles desde la banquina: bolsón, o algún otro lado de acá que ya nos va a impedir ir para el bolsón o no, pero después para volver vamos a estar muy abajo...

bolsón, dije yo. y eran 400 km para abajo. cuatro de la tarde. bien, era la primera semana de viaje. así que hicimos dedo hasta donde sea que nos alcanzaran, y no me acuerdo quién fue que nos llevó el primer tramo. pero quedamos finalmente en frente del supermercado “buena vida” o algo así, en el boulevard de villa la angostura a eso de las ocho, nueve de la noche, después de haber viajado, por tramos toda la tarde.

mientras ana hacía las compras en buena vida yo cuidaba el equipaje y fumaba tirada en el medio del boulevard de villa la angostura planeando la forma de seguir viaje o consultando a camionetas de la estación de servicio que había a mi espalda, frente al buena vida, si nos alcanzaban para el lado de bariloche.

en eso viene un pibe, que había bajado a comprar cigarros a la ypf, pasa y lo encaro para ver a qué lado iba, si nos llevaba, etc. no, me dice, yo vivo acá arriba en el cerro. soy de la angostura. ah, bueno le digo, gracias y vuelvo a mi pedazo de pasto a tirarme y esperar el destino.

pero al toque vuelve el pibe y me dice: si no quieren seguir viaje, se pueden quedar a dormir en mi casa, se quedan gratis, vivo en una comunidad indígena allá arriba, y mañana siguen viaje. bueno, le digo. gracias. y espero a ana para consultarle, que ya venía cruzando la calle.

estaba oscureciendo, así que lo mejor era dormir ahí donde estábamos. le dijimos que sí a ariel y subimos al renault 12 rojo donde había otro tipo y un montón de maderas de llao llao, nudos y artesanías que ariel vendía los fines de semana a los turistas.

lo primero que nos preguntó fue si teníamos porro, mientras llegábamos a la casa, y por suerte nos quedaba todavía algo de porro, creo que unas tucas que logramos estirar en dos porros en agradecimiento de la estadía.



la comunidad arriba de la montaña era soñada, casas de madera totalmente desprolijas, alejadas unas de otras, sin orden, huertas, miles y miles de gallinas, camiones, autos, chatarra, sogas, miles y miles de árboles altísimos y el cielo oscureciéndose.

pasen, dijo ariel, que es una de las personas que mejor me cayeron en mi vida.

nos pusimos a armar la carpa en el patio, cerca del garaje abierto de ariel, y mientras estirábamos la tela de avión en el pasto, las gallinas se sentaban arriba o caminaban todas alrededor. dejamos algunas galletitas al lado de un árbol para que se junten ahí y terminamos de armar la carpa.

después nos sentamos en la mesa larga de madera (todo en la casa era de madera) del garaje de ariel y nos pusimos a tomar mate.

ariel tenía 27 años, tres hijos de dos mujeres distintas, una de las cuales vivía con él pero en ese momento estaba en el pueblo con el hijo que también vivía con él, por lo que esa noche ariel había quedado solo en la casa.

nos contó de la expropiación de tierras indígenas, los decretos que se estaban haciendo ese año y el anterior, la guerra que fue durante dos o tres años cuando los propietarios de las tierras no querían darlas y venían armados todas las noches a robarlas de nuevo.

él consiguió ese pedazo de terreno y un amigo le regaló un árbol. pagó tres mil pesos en el aserrado de la madera y él solo hizo la casa, que con un solo árbol y todo su trabajo le costó tres mil pesos.

esto nos lo contó más tarde cuando nos sentamos a comer un pollo increíble que ariel nos cocinó y habría matado ese mismo día, ana y yo hicimos ensalada, que era lo único que teníamos, y puso el pollo en una asadera arriba de la mesa, lo repartió en tres y comimos mirando televisión mientras él nos contaba su vida.

a los catorce años se había ido de la casa, y caído en villa la angostura donde trabajaba en obras hasta que fue consiguiendo el lugar en la comunidad.

terminamos de comer y fumamos, ariel dijo de ver una película de las que había ahí, tengo colmillo blanco, dijo. que la alquilaba siempre. bueno, dijimos, colmillo blanco.

pero lo mejor fue cuando ariel se aburrió de ver colmillo blanco, la apagó y parándose adelante del televisor empezó a contar la película en detalle desde el principio hasta el final, haciendo la mímica de lo que contaba, y cuando terminó dijo: bueno, la historia de colmillo blanco.

después nos fuimos a dormir, ariel también se fue a dormir, y al otro día, lo encontré en el comedor, al lado del tarro que usaba de estufa y tacho de basura, despierto desde las cinco y media cebando mate al que me sumé hasta que nos fuimos al garaje descubierto para que él trabaje en los nudos de llao llao mientras seguíamos hablando y cambiábamos de cebador de mate.

a eso del mediodía cuando se despertó ana, desarmamos la carpa y ariel nos indicó el camino por el bosque (unos dos kilómetros) para bajar de la montaña y cómo teníamos que hacer después para llegar a la ruta camino al bolsón.





El camino por el bosque fue largo, pero en bajada. Al final llegamos a una calle de tierra deshabitada, en todo el camino vimos a un solo hombre en la puerta de su casa entre los matorrales, y en la ladera vimos un lugar mágico, una arboleda de pinos y adentro muchísima luz encandilante, compactada.

Nos quedamos en la curva de la calle de tierra a descansar, esperando que el cuerpo decida retomar el camino, sin saber a cuánto estábamos de la ruta (porque toda indicación de kilometraje es falsa). Hacía un calor impresionante, ana tenía cargada de agua tibia la cantimplora que le había dado juan.

No había sombra en ninguna parte, a pesar de estar al lado de un bosque. de repente paso la primera camioneta, y seguramente la única de ese mediodía de domingo.

me paré en medio de la calle, de forma que el vehículo tuviera que frenar sí o sí. frenó:

eran empleados estatales de los bosques de la angostura. terminantemente prohibido tenían subir gente al furgón, pero hicieron la primer y última excepción.

el viaje fue largo, tardamos más de veinte minutos en llegar a la ruta viajando a 50 km/h. seguramente antes nos habíamos equivocado de camino o ariel nos había intentado aliviar la certidumbre de la distancia aterrante.



En una parada de colectivo con forma de casa había dos pibes esperando que alguien los lleve hacía dos horas. nos adelantamos, y a los diez minutos paró un camión.

Iba al galpón de descargas que quedaba en medio de la ruta del desierto. bueno, dijimos.

la salida de villa la angostura es hermosa, rodeada de lagos hasta bordear el nahuel huapi que acompaña por largo tiempo el recorrido hasta que se esconde de nuevo.

Bajamos en la ruta desértica, todo era piedras hirviendo, hacía unos 35º y no eran más de las tres de la tarde. el arbusto más alto nos llegaba a las rodillas, y lo único que teníamos para ingerir era el agua tibia de la cantimplora. pero en seguida el destino nos puso adelante otro camión, ahora el del dueño de la empresa de camiones, que nos alcanzó unos 10 km, hasta la circunvalación donde empezaba la ruta a bariloche.

en el camino nos preguntó sobre quién nos había traído, y comentó sobre la prohibición que tenían los camioneros de levantar mochilas. a lo que afirmamos diciendo que igual los camioneros eran una masa y que no le daban bola a esas leyes de arriba. ahí fue cuando nos dijo que sí, que sabía, y que él era el dueño de la empresa y de los camiones.

Nos bajamos en seguida, y esperamos al lado de un cartel de ceda el paso, que tenía borrada la unión de las líneas de la p, de modo que decía Ceda el faso. ya no teníamos faso, y esperamos largo rato, todos los autos pasaban de largo.



hasta que después de unos 40 minutos bajo el sol frenó una camioneta: un pibe que trabajaba en bariloche. nos contó sobre sus ideas hippies, y sus viajes antes de asentarse en bariloche donde, de todos modos salía de pesca todos los fines de semana, se iba a la mañana y volvía a la tardecita. el pibe rodeó todo bariloche para dejarnos en la ruta que iba al bolsón, la entrada a bariloche es complicadísima, si no hubiera sido por él, nos hubiéramos quedado en la ruta varias horas, más porque no pasó ningún auto mientras viajábamos.

Así quedamos en la rotonda de la salida de bariloche, esperando el transporte al bolsón.



al rato paró una camioneta, una de esas camionetas zarpadas con caja techada, viejas, ejemplos de película de viaje. adentro iban orión y carli, viajaban hasta esquel.

estuvimos viajando unas 3 o 4 horas. en el camino paramos en un arroyo, donde carli hacía patito con piedras que empezaban a saltar desde esta orilla y salían del agua en el otro lado. fumamos, subimos de nuevo a la camioneta, hasta que nos dejaron en la puerta del bolsón ofreciéndonos de seguir viaje con ellos hasta esquel.

pero nos quedamos en el bolsón, habíamos llegado a nuestro destino, eran las seis de la tarde, el sol seguía igual que al mediodía, y ahí no quedó otra que caminar por tierra hasta la villa flores, que quedaba después del río principal, el más urbano, y donde vivía la familia que el año pasado había hospedado a ana gratis.



Nos costó bastante encontrar la casa, parando en el camino, pasando por la misma puerta varias veces, porque la villa era una repetición de la misma fachada de casa en cien casas: portales de maderas en forma de rejas y todo color tierra, hermoso.

al final la encontramos, y ana hizo trabajo de memoria con el dueño de casa que la reconoció y nos abrió la puerta: vine con una amiga, dijo ana, y en seguida me presentó a los tres hermanitos que habían ido de excursión con ella el año anterior.

El patio era grande, con un gallinero en el fondo y una sierra, dos perros, uno grande y uno chico, cinco gatitos, plantas de duraznos, guindas, cerezas, limones, una huerta, gallinas, gallos, el gallo blanco, un pato solo, una pileta pelo pincho, un mini invernadero, y juguetes tirados.

toda la tarde el perro persiguió al gallo blanco.

el gallo, aburrido como gallo, pasaba por al lado del perro, cada vez más cerca y le cacareaba hasta que el perro reaccionaba, primero tiraba un ladrido, después se movía, y ahí era cuando el gallo empezaba a correr cacareando por todo el patio perseguido por el perro que lo alcanzaba y lo mordía amistosamente hasta que el gallo se hacía el muerto, el perro se distraía con otra cosa y el gallo blanco empezaba a camorrear de nuevo. así sucesivamente durante la tarde entera, y seguramente durante todas las tardes.

armamos la carpa al lado del gallinero y fuimos a la plaza que quedaba cruzando el río.



después de tomar unas cervezas y pelear con los policías de la plaza por prohibición de beber en la vía pública, volvimos al patio a dormir.

al otro día desayunamos en la cocina, y más tarde nos fuimos a higienizar al río urbano.

el agua era helada, pero había que bañarse. hacía unos cinco días que no nos bañábamos, así que hicimos el esfuerzo, el cuerpo se dejaba de sentir por el congelamiento, de manera que el frío tampoco se sentía pasado un rato.

esa misma noche tomamos un colectivo hasta lago puelo.

el hecho terrible es sumergir la cabeza, realmente es un acto de valentía casi inconsciente. como cuando tenés miedo y respirás para cruzar la raya que te lleva al otro lado del miedo y lo mata.

Jujuy

Iruya- primer viaje-

hubo un minuto en que el colectivo me esperaba
las calles parecían montañas
ocultas por la noche

y eran montañas ocultas por la noche

ese minuto pasó en quedarme
a perseguirla para siempre

después subí al colectivo
y todo lo que siguió
no hubiera pasado

´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´
humahuaca

la pelota eclipsando al sol
del cementerio vecino

todo está salvado de montañas

haber tenido una flor y un muerto
en humahuaca

el perro
caminaba con un hombre
entre las tumbas

que nada más yo vi


```````````````````
iruya de noche -segundo viaje: olvido del primero-

destaparon una olla
un burro en una cancha de basquet
fue iluminado por nuestra linterna
el eco del silencio en las montañas

´´´´´´´´´´´´´´´´´´
purmamarca

antes de ir a las salinas
fui a comprar un corazón

recorrí las dos carnicerías del pueblo:
una estaba cerrada

en la otra una chica se me quedó mirando largo
antes de decir que no.

´´´´´´´´´´
tilcara

la noche es un viajante solo
que compra un sánguche
y se sienta a tomar birra en la plaza
sin comerlo

nadie se ve
quisiera estar hecho de tierra y estrellas

´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´
tucumán

hay algo en las adivinas que me gusta
tanto
que aunque todas se nos venían arriba
buscando monedas de oro

y yo ofrecería pobrezas
que no quieren las gitanas

dolió tanto correrse hacia el centro

que si no fuera por las naranjas
y el olor de las naranjas
hubiera sido imposible

´´´´´´´´´´´´´´´´´
san salvador de jujuy

desde todas las esquinas se ven selvas
desde todas las calles se va al mar
pero si caminás a encontrarlas te devuelven
al asfalto hirviente
para que puedas seguir mirando

parcial presencial

estoy al fondo del aula a punto de hacer un parcial. me entregan el pedazo de hoja con dos consignas y una cita que sé de memoria en el medio.
tengo que responder, pero no, no sé responder esto. son ocho temas y me toca el primero.
lo primero que pienso es por qué tuve que sentarme justo en esta silla, si me hubiera tocado el tema 8, el tema 6, o cualquier otro tema.
estuve leyendo hasta recién en casa, de la bibliografía que tenía para leer llegué a leer la mitad. de 9 unidades leí 4 y media.
dije: mientras no me tomen fuga sin fin y may day, la piloteo.
leo el parcial que tengo que responder. consigna uno: fuga sin fin, y es más: el relato alegórico de kafka que nunca leí, solamente escuché en la primera clase y no me acuedo si el mensajero tenía que salir o entrar al imperio-palacio?. no tengo el texto impreso.
consigna dos: may day
hay que limpiarse de la vida primero para responder un parcial. digo: -bien, en voz alta. miro alrededor, todos escriben, sacan de las mochilas hojas pasadas a pc que ellos mismos armaron. cómo hacen, cómo viven, cómo son por dentro sus cabezas? en qué parte ponen la literatura? en qué parte lo otro? qué es lo otro? cómo distancian al amor de esto? dónde están sus instintos vitales, cómo alejan la vida de las palabras? quisiera ser cualquiera de ellos durante estas dos horas.
yo tengo las fichas de las 5 unidades incompletas que estudié escritas a mano y textos que leí y que no leí.
dejo que me descanse la cabeza, me dormiría una siesta, me tomaría una cerveza. pienso en irme, pero nunca voy a irme. si hubiera inventado una enfermedad para presentarme al recuperatorio. ya es tarde, aunque podría desmayarme y cuando alguien se diera cuenta me sacaría del aula y tendría que volver a dar el recuperatorio.
no llego al estudiante medio, no sirvo para ser un estudiante medio, detesto las estructuras mentales y la organización que requiere la cabeza para responder un examen. pienso en poner una verdulería, me encantan las verdulerías, podría relacionar cada verdura con un poema o con un autor, o con una frase. fuga sin fin sería una papa llena de brotes que visiblemente se alargan. may day una lechuga morada pudriéndose sin que se note, rilke sería la brillante berenjena, kafka un rabanito.
miro las palabras. la primera de la hoja: FUGA, me encanta.
sé que donde agarre la birome las palabras se van a suceder unas a otras aunque no haya nada de contenido en ellas. van a nombrar la nada, de distintas maneras, repetidas veces.
prefiero dar un oral, prefiero levantarme y chamuyar en voz alta. estoy en un umbral, soy presa de una indiferencia intensa, ¿cuál es la diferencia entre vida y literatura?
soy presa de una indiferencia intensa, pienso en escribir esto ahora, pero no puedo dejarme llevar por semejante idea infantil y estúpida, tengo que poner la energía en inventar una salida inteligente.
después de media hora, agarro la birome: "A diferencia de.....la fuga...." leo la primera y la última hoja de la novela. escribo con pasión, con seguridad, con efecto. ya sé que todo eso no sirve, pero es la única manera que tengo para escribir, de los textos que leí, uso los q vienen solos a la cabeza, los relaciono, los cito, pongo comillas, notas al pie, palabras pomposas. sé que es lo peor que puedo hacer y lo único.
la palabra fuga se repite 23 veces en las tres carillas que escribo. el mensajero de kafka, ¿tiene que entrar o salir? intento recordar, ninguno de los chicos que están al lado trajeron el texto que me falta. pienso: seguramente tiene que salir, es obvio que tiene que salir, y escribo con insistencia la palabra salir.
del resto se encarga la misma fuerza que hizo que me tocaran justamente los textos que no leí. una de cal y otra de arena, soy agnóstica pero creo demasiado.
recorro las hojas con una mirada indiferentemente intensa, entrego 3 hojas que sólo dicen que dicen. me voy
al tiempo me devuelven el parcial: la nota más alta de mi estadía académica.

Chaqueta amarilla




Ese día nos quedamos con Ana a cargo del refugio. Juan se había ido a comprar víveres al pueblo. Así que tomamos las recomendaciones y nos tiramos al sol a tomar mate.

En ese verano era protagonista de la enemistad la chaqueta amarilla: especie de abeja mortal, que como todas, no pican porque sí, pero la diferencia es que si ésta te pica, te puede llevar a la muerte, salvo que encuentres un antídoto antes de las doce horas.

El patio del refugio estaba lleno de chaquetas que se posaban sobre todo en los frascos de mermelada abiertos o en cualquier pedazo de algo dulce que quedara sobre la mesa.

Así es que estábamos leyendo al sol cuando Ana sintió un roce extraño en el párpado.

Creo que me picó algo, fue lo que dijo. Yo miré, vi todo normal y bajé la cabeza al libro que me había prestado Daniel para leer en el viaje.

Era uno de esos libros en los que no pasa nada, pero que además está escrito de manera nihilista, y además es del año sesenta. Uno de esos libros que se leen en un rato y que por eso no es recomendable para llevar de viaje.

Ana leía En el camino de Kerouac, que la acompañó por dos viajes más.

Al rato, cuando se repitió el malestar, me detuve a mirarla mejor, y efectivamente, el párpado se le iba hinchando de a poco en un progreso visible.

No pasa nada, le dije, es un camoatí.

Pero hubo un tercer quejido que nos hizo recorrer las plantas medicinales de Juan y recordar cuál de todas servía para casos así.

Usamos una que no me acuerdo el nombre, pero que Juan utilizaba para todo tipo de cosas, después jugo de cebolla, hasta que al ver que el ojo se hinchaba cada vez más, tanto que asustaba al que no está acostumbrado, Ana se puso un par de anteojos negros porque estaba entrando un grupo de ciclistas que necesitaban antes que nada bañarse ya.

Así es que los refugiamos y esperamos a que pase el tiempo. En un momento pensé que quizás Ana iba a morirse, pero después repuse que espiritualmente seguía actuando idéntica a su persona aunque más monstruosamente si se sacaba los anteojos, por eso es que seguimos leyendo hasta que atardeció y el peligro pasó indiferentemente.

Al llegar Juan, nos dijo que la próxima vez había que hacer un pequeño corte en la picadura para que con la sangre saliera el veneno. Pero que esta vez sólo había sido un roce de la chaqueta, una señal de los Elementales, tradujimos.