miércoles, 27 de febrero de 2013

martes, 26 de febrero de 2013


Elegía (Robin Myers)

La vida perdida aún hace señales.

La casa y su precaria instalación eléctrica,
la ruta que subía entre los cementerios,
los tomates en pugna con su bolsa de plástico
como piedras en un estómago vacío.

Una ronda de chicos que se pasan de mano con orgullo
a un cachorro, un dócil prisionero que cambia de captor,
fuegos artificiales a lo lejos por la boda de alguien,
el humo que alquitrana el horizonte.
La luna, ahogada.

Ahí, en medio de la noche, aún
están la mermelada, el arroz, los pedazos amarillos de queso
cortados con cuidado en la heladera que retumba, se para y desfigura
toda sustancia y la transforma en hielo.

Y vos. Ahí estás vos,
ahí estás vos, aún, piedra caliza, cigarrillo, ducha fría, guitarra
que le entregaste de regalo a alguien, vos, perdida, rodillas huesudas, balcón, perdida,
perdida, anís, llaves del auto, migraña, sopa de lentejas.

Los labios en mi frente, vos dormida, de espaldas,
vos, silenciosa, vos, entregada.

La vida perdida, dado que se perdió, se vuelve
más generosa.

Vuelve a ofrecerse una y otra vez
y se niega a aceptar nada nuevo de nadie,
con el mismo hermetismo de la gente
caritativa de verdad.

Ahí estás vos, pepinos, amanecer
que tiñe de blanco la ciudad, rezos involuntarios,
rencor, radio, cocina de una sola hornalla,
cactus del tamaño de un dedal
y tus omóplatos
y mis omóplatos.

Dada, entregada, perdida, vos, la vida perdida,
seguís perdida, seguís durmiendo, tibia todavía
contra mis vértebras y me tocás aún
todas las zonas que todavía no alcanzo.


El retorno (Robin Myers)

Ésta es la calle donde
naciste. Ésta es la llave que se te cayó en la nieve,
y éste es el abrigo que te pusiste para ir a buscarla.
Éste es el cielo visto desde la ventanilla del avión, la mañana que te fuiste
del país. Éste es el lugar del que pensabas que jamás te irías.
Éste es el sándwich que comiste en la escalinata de una iglesia,
las migas que les diste a las palomas. Ésta es la funda de la almohada
que todavía tiene pelos tuyos. Esto es el verano.
Éste es el continente que cruzaste,
la carta que pusiste a lavar con la ropa por error,
el cuchillo con el que te cortaste picando una cebolla.
Ésta es la maravilla de poder reconocer a un amigo por su tos
en el cuarto de al lado. Esto, aunque estás durmiendo, es un ratón
debajo de las tablas de madera del piso, y ésta es la luz que las recubre,
y éstas son las sombras que salpican la columna vertebral
de alguien que está acostado boca abajo.
Esto es casi lo que querías decir.
Esto es alguien que toca una pieza de Brahms en el piso de abajo,
el vaso de agua que tiembla sobre el piano, el agua derramada.
Esto es enojo, ésta es una clase de manejo, un año de tu vida; la parada
del colectivo, la sábana, la ola de calor; éstos son los
fuegos artificiales que mirabas a lo lejos,
que en silencio brotaban como flores en los montes oscuros.
Ésta es la forma en que mirás a la gente en el tren
y después la extrañás. Ésta es la fe, como un nudo en la soga
que estás trepando, y éstos son tus dedos, ardidos y despellejados
alrededor de ella. Esto no es una excusa. Esto es el mar, adentro
de un caracol. Esto es el mar.
Esto es, según parece, a lo que hemos llegado.
Ésta sos vos, si decidís volver.
Ésta sos vos si nunca regresás.


No conozco la paz

Aunque me siento bien, no conozco la paz. 
Sólo los otros pueden traerme la paz,
por un momento.

Anoche vi un rayo pulverizarse en el cielo.
No estaba sola, pero sólo yo vi
la luz material deshaciéndose.
Si conozco la paz no la recuerdo.