miércoles, 2 de diciembre de 2009

Un libro donde la primera palabra es tu nombre y la última el mío

Quince de noviembre, diecinueve treinta horas
pasamos del cuarto del fondo al fondo
tres personas estudiando tres libros distintos:
uno habla de cómo los cuerpos representaron
a través de la belleza del movimiento
desde que la especie humana
existe como tal, al ser humano como tal

otro de cómo la mente humana está representada
en cualquier cosa
una hora de trabajo de un leñador:
La mente da orden a la mano de impulsar el hacha
que empieza a esculpir el tronco,
el tronco muestra el error del hacha que
con un nuevo impulso es corregida por la mente
para llegar a la meta final,
la mente inmanente del hombre intrascendente

el otro de cómo un mensaje vacío pero aparentemente lleno
viaja por el mundo
depende dónde le hayan ordenado llegar
y después vuelve tocado por otro,
transformado en otra cosa,
eterno retorno del sentimiento humano.


Me distraigo de la hoja y veo una foto increíble
no tendría por qué ser una foto pero el azul del cielo
es de ese color mediterráneo,
apenas manchado de nubes ocultas
que más tarde serán atravesadas por estrellas,
desde un paredón que divide las casas
y está por caerse para este lado
sube un rosal de flores fucsias,
superpuestas en el cielo

pienso en entrar a buscar una cámara de fotos
abajo está el agua,
allá una antena sola
mientras busque la cámara anochecerá,
me quedo

Con las estrellas aparecieron los mosquitos
y yo estoy mirando periféricamente
el agua, las plantas y el cielo
para qué más habremos nacido que para esperar a las estrellas
y ver subir la luna


La sobremesa duró hasta que escuchamos en el patio
la respuesta a nuestras preguntas:
hormigas
que hicieron saltar el piso de cerámica

cualquier revolución empieza desde abajo
por mucho tiempo no se ve
y estalla
estábamos hablando un poco de eso
cualquier conversación habla de eso
y con el ruido salimos a ver

después de varias hipótesis
resolvimos parcialmente qué hacer
Fue terrible el vacío que quedó.

Cualquier solución es terrible

Nadie nunca pudo, desde el comienzo de la humanidad
entender al amor, por ejemplo
algunos, sentirlo
pero a pesar de eso, se intenta entenderlo

Lo mismo el movimiento
nadie pudo nunca silenciar realmente a las hormigas
veo cómo, después de inundar el hábitat de algunas
las que sobrevivieron se trasladan ocultamente
a la baldosa siguiente,
y lo que pasa debajo del resto del piso
no se ve

Volver a estudiar
de qué manera sin intentar romper la distancia
que significa un libro, un autor, un otro que pensó
lo que dice que vio vivir hace tiempo

cuál es la diferencia en realidad entre las estrellas en el cielo
y una comunidad de hormigas ocultas que después se ven
y no se sabe cómo es que están ahí ni dónde
estaban cuando no notábamos
la existencia

Quince de noviembre, diecinueve treinta horas
está por anochecer,
leemos tres libros distintos
al fondo de la misma casa
los tres hablan del movimiento humano
físico, mental
y el último del movimiento de la verdad
sin perder jamás el intento de ocultarla

en los tres hay océanos en alguna parte
y los tres
se despliegan bajo el cielo
aunque interfiramos la dirección
con nuestras cabezas esquivando la sombra

Más tarde voy a mirar las estrellas en el movimiento de la ruta
al lado van a hablarme de cómo es que la poesía se relaciona así
sin saber por qué pero innegablemente
con uno
yo voy a asentir, porque se asiente o no
pero queriendo romper lo más rápido posible el diálogo
que hable de cómo se intenta decir lo que pasa afuera

si hubiera que decir a qué se dedica el ser humano como tal diría
que a perfeccionar distancias

Hay un vidrio entre el cielo y yo
pero también definimos el amor durante el viaje,
repetimos varias veces en acuerdo:
un juego de los dioses.