viernes, 27 de junio de 2014

Todavía es 27


Bueno, ahora hay dos opciones: optar por leer una sola vez lo que falta, aunque probablemente no sea la totalidad, pero sí una gran parte de la totalidad, es decir, abarcar lo máximo posible; o, contrariamente, leer los apuntes, las guías, las notas de los textos ya leídos para cerciorarse de que están claramente sabidos, aunque, probablemente la gran parte de la totalidad que queda por leer se reduzca.
por otra parte, hay otras dos opciones: quedarse todo el tiempo que sea posible, ir buscando distintas posiciones, tirarse en la cama, seguir sentada en la mesa, pararse a leer, contra la estufa, o, contrariamente, acostarse temprano y levantarse al otro día lo más temprano posible para aprovechar la mayor cantidad de tiempo antes de ir a rendir.
rendir, rendir, rendir, qué extraña palabra. no hay que pensar mucho cuando de estar hablando con una misma se trata, solamente me pongo a escribir para retrasar el momento de volver a leer esas fotocopias que me miran de soslayo. "esas", referencia exofórica, no forma parte de la cohesión, porque la cohesión es la coherencia que tiene un texto con respecto a sí mismo. Ser cohesivo es lo que importa, siempre de cada cosa algo se aprende, de lo menos esperable a veces se aprende, o contrariamente, de lo que previmos y previmos y previmos. para qué mentirme, escribo porque me encanta el ritmo que toma la escritura, la musicalidad que adopta la mente, la reiteración triple que puedo darle a ciertas palabras, la sensación de
estar influenciada por otra voz y por otro ritmo irreconocibles. ayer mientras leía a halliday -qué apellido más sugerente- logroséme poner la piel de gallina en uno de los párrafos donde halliday hablaba de lo que veía por la ventana -ya lo sé, es la inmediatez que posibilita solamente la literatura, de estar en dos o en miles lugares a la vez lo que más me maravilla de este mundo, y toda sensación que luego, en la vida real, pero cuál es ya la vida real, se parece a eso. por ejemplo ayer, volviendo de noche del colectivo a casa, pisando sombras de ramas de altos árboles en la vereda, sensaciones tan difíciles de explicar, como las de que se vengan a la memoria recuerdos ajenos, ah la literatura, ah, las películas, ah, todo aquello que no se sabe pero nos ronda, nos ronda, nos circunda y atraviesa.
anoche soñé que una vaca, un ternero y un perro cuidaban el portón de una quinta en la que daban una fiesta. ah, pero el ternero, pero el ternero, pero el ternero, jugaba con las orejas de la vaca, y el perro -sin pelaje- decía en un momento: "che disculpen, pero tengo que volver a hacer guardia" y se separaba de sus amigos para sentarse de nuevo en el umbral del portón abierto, medio ladeado, sobre el pasto, sobre la noche, sobre el rocío.