jueves, 17 de diciembre de 2015

“La infancia; el tema de unos
juegos florales relativamente feroces, pero en fin,
música
alrededor de una glorieta vacía”

Enrique Lihn, “La infancia”

Es la alta noche en mi casa de Villa Crespo
está nublado el cielo, al lado, en la ventana
y yo veo, como una excusa, Medea de Pasolini
elijo esta otra película, pienso,
en la que un centauro dice 
que la naturaleza no es natural
que cuando lo parezca se habrá transformado en otra cosa.
Todo es santo, proveniente de algún dios que está detrás
o que dejó su huella.
para mí es suficiente.
giro la cabeza hacia la ventana
y se enciende la luz de entrada:
mi hermana más chica, las 3 de la mañana.
Hablamos a oscuras en la mitad de la noche
está más flaca, nos vemos poco.
Ahora, por la casi total oscuridad
y en los días pasados,
al igual que con mi otra hermana.
Cada una su camino, como un ramillete
salido de una madre.
Como un ramillete que se desata cayendo los tallos en ríos distintos.
Como sucede en todos lados y también en mi vida.
Cada una su camino y algunos pensamientos
que se comunican casual y maravillosamente
en medio de la cálida tempestad.

martes, 10 de noviembre de 2015

Paisanaje


Me hago unos mates con yerba Playadito
qué ha pasado m'ijito, te han suavizado en demasía,
te han lavado en lo profundo pero ahí sigues nomás fielmente
como perro de paisano.
Día para ocuparse de la higiene personal, 
cargar el tanque y esperar
a que las gotas caigan lentas sobre la piel curtida.
Qué hago en esta ciudad, tarima de todo lo que se comprende
yo, que debería estar en la naturaleza.

Ayer fue de un aguacero fenomenal la tarde
todos hablaron de granizo, mientras yo vi
por la alta ventana cómo llovía de costado sobre las terrazas
y el pavimento.
Granizo.
Granizo es cuando cascotes helados
son arrojados desde el más allá hacia el campo
para despertar violentamente a la cosecha
para despabilar al ganado que sigue sin entender
de qué va su corta vida en los campos alambrados.
Más tarde atravesar el parque, dios santo mío
¿qué es esto? ¿qué es esta mentira
del tiempo y del espacio?
qué vienen a ser estos límites de rejas y cordones
si yo misma vi, cómo se iba encarcelando la parcela y cómo
el cielo quedaba cada vez más lejos de este cuadro decorativo.

Corto camino sobre el pasto embarrado,
formas para huir del lodazal
leí anteayer en un libro que tampoco enseña nada.
Primero la luz prepotente, el mundo blanquecino
y después, en seguida, el estruendo.
Simplezas, saberes de campo que se estiraron a esta zona.
Para no pisar los charcos con mis zapatillas de calle
camino por el cordón adoquinado que separa la cancha embarrada
del sendero encharcado.
Qué es esta mentira del tiempo
yo nunca estuve en otro lugar que no fuera bajo el cielo.
Enfilo para las casas: hospital naval, bar río
el kiosco del Indio que cada vez cierra más temprano
y ahí la reconozco: mi casa de la ciudad.
Dos trapos, unas vallas de madera sobre un pozo de gas,
un hombre desconocido que de traje me viene a abrir la puerta
¿es que estoy entrando en la muerte?
La lluvia otra vez allá al costado, mi casa a oscuras.
Cuando recién llegué a vivir al centro
tocaba la pava del mate al entrar
para ver cuánto hacía que se habían ido.
Cuanto más fría estaba menos tardarían en volver,
Costumbres que perdí después de algunos años.
Yo, que debiendo estar en la naturaleza,
bajo en ascensor hacia la calle
y miro el cielo desplomarse
sobre un lago artificial.

martes, 1 de septiembre de 2015

primer poema

A veces todo me parece de otro siglo:
las casas de tejas con enredaderas, las mujeres con bebés
cruzando la calle, los árboles sin hojas, el cielo de las cinco
en un pueblo de paso.
Como si todo hubiera dejado de existir hace tiempo
como si todo perteneciera a un pasado olvidado
y de las cosas sólo quedaran los conceptos que a veces recupero
asombrada, como ahora, 
y cuando eso sucede me dan ganas de llorar
con una duración proporcional al tiempo
en que los conceptos tardaron en vaciarse de materialidad
y me dan ganas de correr aunque eso signifique
la soledad eterna en medio de la naturaleza eterna.
A mirar y escuchar la montaña y el cielo el resto de mi vida
hasta que todo vuelva a ocupar su lugar de contenido
total
hasta que todo tenga otra vez su original consistencia
y esté el mundo y esté yo dentro
de un paisaje sólido, visible, inconfundido.
Esa desesperación, la sombra de un árbol
esfumándose entre las últimas luces de un pueblo en invierno,
eso es dios para mí.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Abuela - Marosa Di Giorgio


Desde que te fuiste
siento que me llaman desde el trasmundo.
Sé que prendes lamparillas para mí
y haces rodar planetas silenciosos
por las casuarinas.
Anoche me desveló tu cabellera
golpeándome en la cara
como un viento largo,
liquen gigante, musgo crecido, lluvia de algas,
y me eché a ambular
por las habitaciones donde tú andabas,
tras de tu menudo azúcar fragante,
tu sabor de higos.
Yo no sé
hacia qué aire mirar, hacia qué cementerio;
lejos, en el campo, veo amarillear tu nombre,
cerca, entre las altas yerbas azules,
sé que un gran corazón ha partido su almendrario
y acuden pájaros ansiosos,
entre las altas yerbas, oh, muerta deliciosa,
te descompones en siete aromas, en siete colores,
voy a probar de ti.
Cadáver errante,
vas con las lejanas espigas mirando el cielo
y estremeces levemente las caderas
cuando llegan a poseerte los diablos del campo
y se caen higos de tus senos entreabiertos
y multiplicas moscas de alabastro;
y para mis secretas navidades
envías mariposas con extraños sellos,
mariposas fechadas en la muerte,
y postales ricas, espesas, casi comestibles,
con gusto a almendra,
postales que yo muerdo.
Yo no sé qué tierra mirar,
hacia qué aire,
pero conozco el sabor de tus huesos.
Dios, para entretenerse, te entrega sus cabras
de largas cabelleras azules,
y te envuelve en su propia cabellera,
larga y celeste y perfumada,
todo de glicinas.
Y tú te regocijas en Dios,
pero, no te olvidas de mí, y me nombras, y me sigues
queriendo más que a nadie,
y en cierto modo me llevas allá
y juegas conmigo como con una muñeca.
Anoche te seguía por las oscuras habitaciones,
y vi que te desnudabas;
en la esquina de los roperos y las cómodas,
vi que te cambiabas de alas y de flores.
Sellas lo que yo pruebo,
reconozco tu azúcar,
me miran desde el agua
tus ojos de higo, de manzana.
Retrato errante,
furtiva gacela, te vas,
y vuelves, gacela inexorable,
a buscar tu cena,
tu ración de jazmines.
Alta madre,
vieja novia,
abuela, abuela
has inaugurado mi nombre,
hondo,
lejos,
en un paisaje de huesos y planetas.

martes, 26 de mayo de 2015

El fuego

1. El cielo de noche

Salgo a fumar un cigarrillo a la vereda de pasto al lado del Club Madreselva, estoy en una exposición de la revista Espejo, que se hace una vez por año en el pueblo donde nací, que junta a mucha gente, muchas expresiones, pero también muchos tiempos en uno y que a la vez va marcando su paso con el número de su aniversario. Para gente provinciana como yo, esta sensación contradictoria que tiene la temporalidad es y será, toda la vida, algo insoportablemente fuerte, y como todo lo que así es, inexplicable. En el fondo sé que es el último cigarrillo que fumo antes de dejar de fumar otra vez. Estoy en Lobos, tengo puesto un saco negro, largo vapor frío por la boca, está empezando a aparecer la niebla. Miro para el costado, metiéndome un poco en las proximidades: una casa blanca con un reflector, un patio abierto a la calle. En el fondo: una mesa con un lavatorio de material, lo que daría por entrar a ver, subo en diagonal la vista: un pino de plaza con la luna creciente al lado, vuelvo a mi lugar a mirar hacia el frente: el esqueleto de un camión, un chico que conozco pasando con una campera marrón de gamuza, el dorado de algunos bordes de la noche, el color que deja en todas las cosas la niebla. Como si no me alcanzara, vuelvo a mirar hacia el fondo de la casa de al lado, ingreso lentamente unos pasos. Un gato del tamaño de un perro o de un gato montés se queda quieto mirándome. Siempre hay otro testigo, hasta del estremecimiento.Vuelvo al pasto, tiro el humo de mi último cigarrillo hacia arriba y las veo: todas las estrellas del cielo de Lobos, ancho y abierto, alto y accesible, terrenal y oceánico. Me estremezco como lo hice hace poco por otras cosas que ahora no están, pienso en el cielo de Jujuy inmediatamente y todas las sensaciones se acrecientan, ruego que no venga nadie a molestarme. Se destaca como siempre la cruz del sur, cada vez que miro el cielo nocturno la veo. ¿Es un acto de libertad o estoy atada a la constelación que no puedo dejar de ver al inclinar la cabeza, al posicionar la vista? como si el cielo también tuviera un horizonte.


2. La plaza de mayo

Ya es mañana. Viajo con parte de mi familia y con Ceu en auto por la ruta. Vamos escuchando un cd de Sofía Viola. Yo llevo la cabeza apoyada contra la ventanilla para que el sol atraviese el vidrio y me dé en la cara. Mientras suena una canción que todos escuchamos en silencio pienso que voy a escribir esta escena en mi diario. Termino de pensar eso y Siri, que va sentado adelante, saca un cuaderno que veo desde atrás que es un diario y anota algo abajo de la fecha "25 de mayo". Termina la canción y mamá está llorando de emoción. Últimamente la gente que me rodea, incluida yo, se emociona fácilmente. Hace poco Ceu lloraba en un bar y a la pregunta de qué te pasa Ceu, escucho: "Nada, lloro de emoción porque no lo puedo creer". Llegamos a Buenos Aires y al rato a la plaza de mayo, papá quiere comer empanadas, locro, sopa paraguaya. La cantidad de gente no se puede creer. Somos parte de los que venimos desde el campo y llegan a las dos de la tarde, por eso podemos estar al lado de la pirámide de la república, amontonados. Me desespero un poco entre la gente, tengo que confesar, a causa de la abstinencia de decidir nuevamente dejar de fumar, después de un mes de recaída, y sumando un desafío agregado para poder disciplinarme: no tomar alcohol por una semana. Comienzan a pasar latas de cerveza flameando sobre las cabezas de la gente y los aromas a tabaco que largan otros comienzan a acercarse a mí a causa de vientos inintencionados. Logramos meternos adentro de un cantero detrás de la pirámide. Escuchamos hablar a Cristina. Pienso muchas cosas. Pienso: cómo te voy a extrañar Cristina, pero es verdad que no debería depender de vos este proyecto, pero cómo te voy a extrañar. Me muevo para verla en un pedazo de pantalla que alcanzo a ver y pienso: dios mío cómo puede ser tan hermosa esta mujer, soñada, divina!. Recuerdo, a través de lo que dice, todas las cosas que durante doce años hizo este gobierno y pienso en que es casi imposible no querer a alguien en ocho años de estar ahí hablándote, diciéndote al oído tantas cosas preciosas que después ves en la práctica, que recordás haber visto en la divina realidad. Escucho que dicen que somos más de 700 mil personas y pienso que eso equivale a más de 15 veces la densidad demográfica de Lobos, veo en las imágenes de las pantallas que el amontonamiento de gente llega al obelisco, pienso "nosotros acá, clavados en el cantero". Estallan los fuegos artificiales interminables y me acuerdo del cielo de Lobos, de las estrellas que vi anoche en soledad o con un gato. Cercioro, como siempre, la ausencia estelar de los cielos porteños, pero veo cómo se ilumina gratamente la estratósfera y cómo hace de fondo maravilloso a las dos palmeras que tantas cosas vieron en esta plaza del pueblo. Vengo del pueblo a meterme en un pueblo más grande, simbólico, sensacional. Empieza a tocar Buena Vista Social Club y me pongo a bailar como un animal o un resorte, cantando "se quedó dormida y no - apagó la vela", pienso en qué momento llegué a reírme así de mí misma. Miro para adelante y los veo a Pablo y a Ro bailando como si fueran cubanos, al lado a Ceu, moviendo las caderas y al otro lado a mis viejos dando vueltas agarrados de las manos y a Siri riéndose solo mirando el cielo lleno de globos partidarios, restos de fuegos artificiales, luces y un drone que pasa y le saca una foto.