martes, 26 de marzo de 2013

el paisaje

A veces me olvido que somos dioses, que todo alrededor se acomoda de la manera en que lo fuimos dejando, como disponiéndose a dormir.
estuve más de dos horas en merlo. el tren que iba a tomar nunca salió. primero pensé: es por esto que no viajo en tren y es por no viajar en tren que me olvido de esto.
pero ahora estoy en el final del último vagón del tren, entre las heras y lobos. a veces me olvido que viajar a lobos en realidad es esto. la luz de película y las voces adentro de los vagones. este ruido del movimiento y de las puertas cerrándose por el viento. los yuyos altos, las pelusas de los juncos-plumero entrando.
entonces, mientras tomo mate pienso que lo mejor va a ser que las próximas veces llegue a merlo más temprano para tener tiempo de esperar el próximo tren, en caso de que se rompa el primero.
tengo la sensación de siempre, que se acentúa cada vez que me estoy acercando a lobos. está adosada a este lugar. es lo único que convive conmigo mientras miro por la puerta abierta del furgón cómo se mueve el paisaje, mientras miro el atardecer desde el estribo. me encantaría que no se hiciera tarde. giro la cabeza y veo la luna en la ventana circular de la última puerta del tren. lo único que podría estar en ese momento y en ese lugar conmigo lo llevo como sensación, como siempre.

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