miércoles, 9 de abril de 2008

que no tenga polvo
que sí tenga gusto a tierra
que no tenga vergüenza ajena

que las horas de la mañana se partan al medio
que nosotros nos desintegremos
y todo se vuelva cósmico
pero sin polvo,
sí con sabor a tierra
olor y gusto en todas las cosas
a tierra
la piel con gusto a tierra
y el sabor del pan casero
necesitamos que la mañana dure el doble
que desaparezca la tarde
es insoportable aniquilar el polvo
nos invaden las cucarachas.

un baño es una cosa
un baño roto es otra cosa
el daño transforma las cosas
pero persistimos en los años.
que la tarde del mundo se desintegre
que se haga cosmos, que el mundo pueda ser
lo que es el mundo
que la materia se liquide
que haya olor a tierra
que la gravedad desaparezca
y desayunemos en el aire
está bueno que sea domingo

ahí sí la tarde
ahí las cosas como son todavía
y el polvo que cubre las cosas
levantarse es en tus ojos
y la mañana yéndose
que la yerba no tenga polvo
que la mañana no se desprenda
que dure

que los días se distancien más unos de otros
que haya un tiempo sin horas y sin polvo
es el olor y no el gusto de la garrapiñada
es el tiempo de cocción
que desaparece en el paquete
es pasar por al lado del carro
es media cuadra y no caer
en la tentación
que la ley de gravedad desaparezca
porque la gravedad desaparece

el olor a tierra dispersado entre las hojas
de los libros que giran entre las palabras
escritas en las nubes
el aire hecho de nubes
y de helio olor a tierra
la garganta desintegrada
gusto a tierra
el fin de la unidad, la consumición de los paquetes
de regalo, de los cuerpos
los pelos en el aire, las partículas
del iris de tus ojos en los míos
en los de un chico pelirrojo

el cielo transparente, el fin de la distancia
hasta que vuelve
el domingo y ahí sí
las cosas enmarcadas en las formas
un intento mágico de qué
de nombrar
de dejar que los nombres hagan
de las cosas, cosas
como el domingo es siempre domingo
pero antes la música
en un lugar o en otro
una mezcla de notas desintegradas

algo como abrir una tapa
difícil de abrir y dejarla enroscada
pero suelta
que si das vuelta el tarro se cae
y el aire la atomiza durante las tardes
de los electrones
y todo se recompone el domingo
como sea que coincida en la hora cero

un ojo en la gubia de plástico sostenida
por la mano de un mono con cabeza de pelícano
vestido con la remera donde se estampa tu boca
y después, para que no asuste
llegue el polvo hacia la tarde
y el orden tradicional de las cosas
sea un acto mágico de reencuentro
y memoria recolectada
correr al lugar
de permanencia, al hogar, al bosque preferido
y no dormir el domingo de las cosas
esperar el domingo de las cosas
y el resto del tiempo
sea el polvo
que falta entre la mezcla de
una desintegración
con gusto a tierra
en la boca de nadie
en la boca de dios
formar la ausencia del polvo
descansar

y llegar al domingo como se llega
a abrazar a alguien después de un viaje
transoceánico o después de dormir
veinte horas en un colectivo
que viaja hace tiempo
de larga distancia.

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